A lo largo de toda la existencia humana hemos experimentado miles de opciones para llevar a cabo un hecho que, a día de hoy, todavía está en pañales; la educación. Hemos priorizado mal. Hemos priorizado muy mal.
Reuniones familiares, hasta en tribus. El instinto maternal, religiones,… Eran formas educativas que nacieron de una gran necesidad. Aprender.
Para que me entiendas. Aprender es una necesidad, entendida como la necesidad de evolucionar. Necesitamos mejorar, crecer y madurar de forma totalmente inconsciente. Pero no priorizamos de forma inteligente. Han distorsionado esa necesidad para convertirla en una ambición egoísta y automática. Cero pensamiento crítico, cero humanidad. Solo más y mejor para mi.
Quizás han existido épocas en las que nos hemos dado cuenta de que la educación era indispensable. Como cuando los filósofos nos regalaron tantas y tantas frases que hoy repetimos una y otra vez. Pero todo cambió cuando volvimos a priorizar mal.
No hemos priorizado la educación. Priorizamos el poder, el dinero, el vicio, lo fácil… No hemos apostado por la evolución, por la sabiduría. ¡Me extraña tanto!
Me extraña por que me lleva a pensar si realmente hemos sido la especie inteligente de la que tanto presumimos. Cuando no somos capaces de entender que la educación es lo más importante de la sociedad y lo más necesario, creo que no hemos sido tan inteligentes.
La educación nos crea y nos da forma, a cada individuo. Y siendo realmente conscientes de lo que la sociedad es, todos como individuos formamos la sociedad. Por eso es importante la educación que cada persona recibe.
Deja que te diga algo muy importante:
Todo el mundo recibe una educación. El caso es ¿de qué forma? ¿Con qué calidad? ¿Quien la transmite?
A veces solo se transmite de adultos a jóvenes, en otras ocasiones la educación la ofrecen los medios de comunicación… o quizás todo a la vez. Pero siempre nos acompaña algún tipo de educación. Pero ¿En manos de quién está? ¿Qué transmitimos a las generaciones?
Uno de los grandes educadores del momento es el comercio y el estado de consumo. A través de la televisión, la publicidad y el marketing. Una educación que absorbe todo nuestro pensamiento crítico y nos convierte en ovejas.
¿Qué ocurre cuando priorizamos el poder, el dinero, los vicios y lo fácil, en una sociedad de miles de millones de personas?
Esto.
El caos de esta vida. No hace falta que lo diga, pero por si acaso… Creamos una sociedad donde importa demasiado el género, el color, la lengua, importa el dinero, importa el fin que justifica los medios, importa la rapidez, la edad, la religión y hasta importan más los papeles.
Pero no nos importan las emociones, los ritmos personales, los procesos de desarrollo, no nos importan las consecuencias, ni los desamparados, por que no nos importa el pobre, ni el exiliado, ni el creador, ni el creativo. No nos importa el agua, ni el arbol, ni los animales, ni la tierra. Por importar no nos importa ni el por qué, ni el cómo. Solo queremos más y mejor.
Pero solo para uno mismo.
Por eso creo que no hemos priorizado de forma inteligente en una calidad educativa que solucione tantos problemas reales que protagoniza el mundo. Por que solucionar los problemas se puede, cuando te rodeas de personas motivadas por solucionar problemas ajenos, propios y comunes.
¿De verdad es algo tan difícil? Quizás cambiarlo signifique dar mucho poder a una gran sociedad, entendida como «pueblo». Quizás a alguien no le interese. Pero, ¿Y a ti? ¿Te interesa?
¿Tú qué opinas?