El pasado sábado tuve oportunidad de estar presente en uno de esos días “importantes” que afloran en la vida de nuestros hijos e hijas.
Etapas que se van acercando y superando a medida que el paso del tiempo va haciendo estragos en el crecimiento de nuestras criaturas.
Me refiero al primer partido en el que uno de tus hijos o hijas, empieza a competir cuando decide por primera vez a principios de curso, apuntarse a una de esas clases extraescolares deportivas (en esta ocasión, el baloncesto, la protagonista, mi hija, edad, 9 años).
Y aunque uno siente que es uno de esos escenarios que recuerda del pasado muchas veces con poco agrado (el grupo de padres y madres “animando” al equipo en cuestión donde juega tu descendiente), al final, decides hacer de tripas corazón, y tratas de sumergirte con una cierta e incómoda naturalidad en ese pequeño submundo que es el de la competitividad “deportiva” (menos mal, que lo importante es participar –nos decían de pequeños-).
Y me quedo con una imagen.
Una.
A lo largo de los 40’ que dio de sí el partido.
Protagonizada por uno de los chavales del equipo de mi hija (ya sabéis, hasta la categoría de alevines, los equipos son mixtos), que en uno de los contraataques en donde se dirigía a la canasta contraria después de robar un balón, no se le ocurrió otra cosa que detenerse al comprobar que, el rival del equipo contrario, en la disputa por el balón, se había caído al suelo y se había hecho daño…
Probablemente, ese chico, dentro de uno o dos años, no actuará de manera “infantil” y le meterán en vena, que lo que tenía que haber hecho era seguir corriendo y machacar el aro rival aprovechando la desventaja del contrario.
Probablemente…
Y ahí me quedé yo, más solo que la una, aplaudiendo un comportamiento de quien está jugando, divirtiéndose (no compitiendo) y sintiendo, un deporte de lo más maravilloso.
Y en el fondo, sintiendo también que está jugando con otros niños, con otras niñas, que si es verdad que llevan otro color de camisetas, y vienen de otro colegio, su único “delito” es tratar de disfrutar al igual que ellos, haciendo lo que más les apetece hacer en ese momento, que es jugar al baloncesto…
Los demás padres y madres (de uno y otro equipo) solo “sabían” aplaudir cuando se metía canasta, cuando se impedía que el rival anotara, o cuando simplemente alguna acción acababa como ellos deseaban…
Es triste ver como el grupo de padres y madres que te acompañan, se ríen cuando alguno de los chavales (del propio equipo) que, recordemos, están aprendiendo a jugar, comete pasos, o no pasa la pelota cuando debe y puede, o simplemente se le escapa la pelota de las manos. O simplemente, tarda más tiempo del que nosotros consideramos oportuno, en tomar una decisión en mitad del partido (pasar el balón, tirar a canasta, levantar la mirada, etc).
Es triste ver como de repente, por arte de magia, algún padre siente que sus “instrucciones” están por encima de los mandatos de un/una entrenador/a cuya autoridad (no me gusta esa palabra) o experiencia previa, es rápidamente cuestionada, hasta en el primer partido amistoso de la (pre)temporada.
Es triste ver como los jugadores que mejor juegan, porque llevan más tiempo practicando o simplemente se les da mejor uno u otro deporte, se le replica y se le recrimina de forma harto desagradable, desde fuera del campo, que no “chupe” o que no pase más a menudo, cuando se ve y se nota que su único delito es hacer bien lo que le simplemente se le da bien hacer, y que trata de disfrutar con lo que realmente le gusta, de la misma manera, que los demás jugadores que están sobre el terreno de juego, tratan de hacer.
Sinceramente…
Necesitamos urgentemente un decálogo de buenos comportamientos para los padres y madres espectadores de los partidos de sus hijos e hijas…
Antes de que sea demasiado tarde.
Antes de que los niños y niñas se conviertan en “eso” que sus padres y madres quieren que sean…
Y el deporte, deje de ser deporte para ser simple competición.
QUIZÁS TAMBIÉN TE INTERESE: La importancia de ganar o perder jugando

Autor: Víctor Sanchez
44 años. Padre de dos hijas/os, de 11 y 8 años. Descubrí hace tiempo la frase «Dentro de cada hombre hay una revolución interior pendiente». Trato de ponerla en práctica a diario, implicándome al máximo en un tipo de paternidad más respetuosa y cercana, y en proponer una nueva masculinidad, lejos de los roles y costumbres que hasta ahora han marcado el género masculino en esta sociedad» («La revolución será feminista o no será»). En definitiva, buscando siempre nuestra mejor versión de nosotros mismos.
Voluntario en :Círculo de Hombres
Visita su Facebook
Otros artículos de Víctor Sanchez: El sentimiento y el sentido de sentirse “ papá ”
Tienes toda la razón y amén que todos aprendemos todos los días y que intentamos, como madres y padres hacerlo lo mejor posible, qué miedo la competitivdad deportiva que nos has explicado, ufff.
Menos mal que no todas pensamos asi y queremos hijos sanos física y mentalmente, que no tengan que andar pisando cabezas para…
La educación, sin duda se está perdiendo, los valores siempre han sido necesarios y ahora es cuando se echan en falta más que nunca.
Sin duda la parte más importante y la recalco es un decálogo de normas para que la convivencia de todos en general y en particular sea mejor y eduquemos en mayúsculas a nuestros hijos, que lo importante es pasarlo bien (en el partido), disfrutar mientras se hace ejercicio, no el resto. Saludos y gracias por compartir.
Buena reflexión. Te doy la razón… Hace muchos años salía con un chico que jugaba al fútbol. Me pasé muchos domingos viéndole jugar contra otros equipos y lo que presenciaba en aquellos terrenos de juego de pueblo era horrible (los partidos tenían lugar siempre en localidades más bien rurales de pocos habitantes). Os prometo que las madres, padres y vecinos de los jugadores, que eran chicos de 20 años y no criaturas de 9, se convertían en unos auténticos energúmenos: gritando e insultando a los jugadores, al árbitro, a los del propio equipo, a los contrincantes, a otras personas que presenciaban el encuentro… Cada vez que estaba en uno de esos partidos sentía una vergüenza ajena muy profunda provocada por estos comportamientos. No me gustaba nada ir a ver esos partidos…
Hace poco se publicó un vídeo en internet de un partido de chavales jóvenes (creo que en Canarias) donde las personas asistentes y los jugadores y todo el mundo acababan montando una auténtica batalla campal, dándose leches reales y muy violentas. ¡Qué horror! En fin, estoy de acuerdo contigo en que algo tiene que cambiar, pero en nosotros, no en los niños, porque ellos, al fin y al cabo, sólo imitan y siguen nuestro ejemplo…
Un abrazo
Totalmente real Andrea, es así de triste… además es cierto, son un espejo de nuestra sociedad..
Gracias por tu comentario <3
ains madre da terror lo que cuentas!
pero quiero pensar que somos muchos papás y mamás los que pensamos como tú y que las cosas no irán a peor sino a mejor.
Efectivamente, es horrible . Lo que ocurre es que si no se analiza no se valora de esta manera. Por ello creo fundamental la divulgación de este tipo de reflexiones que nos hagan cuestionarnos qué tipo de padre/madre o simplemente ciudadana/o somos.
Gracias por tu comentario «mibeberegordete»