Deja los prejuicios y no aspires a abarcar todos los frentes abiertos. Nos engañamos constantemente. Es fácil y rápido. Además es lo que todo el mundo espera de ti. Pero esfuérzate un poco por ser honesta contigo misma.
La percepción de todo lo que hacemos y todo lo que somos termina por aislarnos si no se acompaña de un apoyo social sincero. La verdad que resulta frustrante reconocer que parte de mi te necesita. Parte de mi necesita a mucha gente. Y probablemente tú necesites a otras personas. Sobretodo para reconocernos en el espejo. Algo ilógico ¿no crees?
[spreaker type=player resource=»episode_id=14648404″ width=»100%» height=»200px» theme=»light» playlist=»false» playlist-continuous=»false» autoplay=»false» live-autoplay=»false» chapters-image=»true» hide-logo=»false» hide-likes=»false» hide-comments=»false» hide-sharing=»false» ]
De esto se trata. De que la gente nos engaña, la sociedad ensucia nuestra esencia y terminamos por ser lo que Pigmalión sugería; el reflejo de aquello que creen las demás que soy.
Nos engañamos, nos autodefinimos precedidas por esteriotipos, modas, y clasificaciones de lo que «es normal». O quizás te identifiques más con el otro bando; ser diferente, no seguir modas… Otra clasificación más. Pero es cierto que lo de ‘ser normal’ o valorar aquello que se encuentra dentro de la normalidad ya es algo que me parece demasiado sobrio y me hastía.
En mi caso lo que no pienso dejar que ocurra, en la medida de lo posible, es que los prejuicios, o ese autoengaño social, influya en la educación que transmito a las demás. Pero no me voy a engañar, tengo prejuicios y estos serán transmitidos, irremediablemente. Cometo errores, soy humana, así que si ocurre y se me escapan viejas costumbres, frases feas,..etc, no me fustigaré por ello y me gustaría que no me juzgaras. Pero lo haces. Yo también lo hago.
A las personas nos cuesta mucho ser honestas. Sobretodo cuando se trata de ir a favor de los valores humanos y necesitamos darle una patada a los prejuicios, como si fueran hojas secas en un paseo de otoño. No es tan fácil. Creo fielmente que todas somos hipócritas en según qué situaciones, aunque me gusta pensar que simplemente somos ‘adaptables’ y que eso es inteligente.
Sinceramente, ser una misma todo el rato es un mito muy cutre que hay que erradicar.
Podemos escribir líneas reinvindicativas, podemos leer a Frida Khalo, votar al partido ‘del cambio’, compartir vídeos en Facebook en contra del horror de la homofobia, del bulling, del racismo, del azucar, de las bolsas de plástico… , abandonar dietas sinsentido y decir en bucle que nos queremos tal y como somos pero… Nuestra generación vive atrapada, no nos engañemos. Tenemos muchos prejuicios.
Demasiadas luchas, etiquetas,... y poca tolerancia, honestidad y tiempo el que da media vida. Clic para tuitear
Si bien es del todo loable que nos reeduquemos para eliminar prejuicios burdos y crudos que nos han acompañado a lo largo de toda nuestra vida creo que se nos va de las manos cuando nos creemos que no tenemos prejuicios. No nos engañemos, de nuevo.
Nos engañamos porque a este tipo de personas a las que nos preocupan los prejuicios no nos gusta tenerlos, formar parte de esta sociedad podrida de prejuicios. Pero creo que nos iría mucho mejor si aceptásemos que todas las personas tenemos prejuicios y es algo innato dado nuestro contexto social y no hay que culparse por ello. Pero en este caso la disonancia cognitiva nos obliga a mentirnos a nosotras mismas y hablar en términos absolutos negando que tengamos algún tipo de prejuicio.
Queremos educar sin prejuicios y esto nos preocupa mucho y es del todo admirable que sea así pero creo que el medio, hacia el cambio social en este caso, es la reflexión, porque somos transición y contrariedad. El hecho de hacer un comentario machista cuando nos consideramos 100% feministas, clamar al cielo cuando somos ateas, depilarse más de la cuenta las cejas cuando somos eco-hippyes-feministas, usar compresas o tampones cuando vivimos en ‘pro’ de la sostenibilidad, alzar la voz a las peques cuando trabajamos por una pa/maternidad respetuosa, repetir las mismas frases que tu madre cuando ni por asomo queremos parecernos a ella… Nos devuelven pura honestidad a ese espejo en el que no somos capaces de vernos reflejadas por que, no nos engañemos, no nos aceptamos tal y como somos.
Formamos parte de una generación viciada, contrariada, enquistada en la transición, en la inestabilidad del cambio continuo y la innovación serpenteante e instigadora. Se trata de vivir contínuamente en una presión social asfixiante.
Podemos luchar por cambiar aquello que no queremos perpetuar pero no nos engañemos, pertenecemos a una generación repleta de prejuicios y de transición en la que hay demasiados frentes abiertos y somos en muchísimas ocasiones, pura contradicción. Esto es así por que es totalmente necesario, no me malinterpretes, creo que es necesario que existan luchas con objetivos muy diversos porque el cambio es imprescindible dadas las necesidades en aumento en todos los ámbitos sociales, profesionales, medioambientales… pero creo que cuando pertenecemos a una lucha, o un par de ellas, juzgamos a las personas que no pertenecen a esa lucha, sin saber ni siquiera si están llevando a cabo otro tipo de lucha. Esto es lo que creo que debemos mejorar. Si yo llevo a cabo una lucha social de algún tipo que sea porque personalmente formo parte de ese cambio, de esa lucha, pero no para juzgar, en vez de informar en un momento adecuado, a quien todavía no ha tomado conciencia sobre esa necesidad de cambio, o esa persona que no apoya ese cambio concreto pero apoya otros.
Si me fijo en el lenguaje machista para reducirlo quizás suelte algún prejuicio sobre estereotipos, si me fijo en estereotipos igual se me pasa hablar en género neutro… Quizás si me preocupo del reciclaje me olvido de no abusar de las carnes, y si me preocupo de cultivar tomates quizás me olvide del consumo responsable de agua… Al caso viene el hecho de esa presión social que como se dice por aquí en Galicia ‘se non é boi é vaca’ pero no podemos pretender luchar por todas las causas en una sola vida en una misma etapa y con la misma intensidad. Por eso ser honestas, reflexionar y debatir con las personas de nuestro alrededor de forma natural y libre, sin buscar juzgar a la ligera, resultará más efectivo y reparador que intentar e intentar, sin poder abordar las causas de forma honesta, consciente y global.
De esta forma podremos educar, en mi humilde opinión, sin tanta contrariedad a nuestra descendencia, sin frustrar ni juzgar, porque, no nos engañemos, si no juzgamos por machista juzgaremos por feminista, pero siempre, engañadas, creeremos que hemos exterminado de forma absoluta nuestros más profundos prejuicios. Y esto, en mi más sincera y empedernida opinión, no corresponde a nuestra generación.
Demasiadas luchas, demasiados prejuicios, demasiadas etiquetas y poca tolerancia, poca honestidad y sobre todo poco tiempo el que da una vida.
Qué síntesis más buena! genial! es así… aceptar que no nos da la vida para todo lo que nos gustaría ser o hacer.. nos cuesta! Pero como bien dices, si nos habituamos a reflexionar y producir pensamiento crítico, todo vendrá rodado. En cada uno de tus podcast lo promulgas
Muchísimas gracias!!
apertas agarimosas!!!
Pues comparto tu reflexión y la saturación de etiquetas, de debes y de haberes que nos rodean… Estamos rodeados de prejuicios, somos producto de ellos, totalmente, y pretender lo contrario es de lo más absurdo. Porque no es verdad. Somos producto de nuestro tiempo, y eso es así. Y también dedicamos muy poco tiempo a pensar, y a reflexionar, y sobre todo a leer y tener sentido crítico. Y eso es en lo que deberíamos educar. En formar una opinión propia sólida y basada en argumentos más o menos razonados y no en este fastfood thinking que consumimos y que nos devora a su vez.
Eso, que dura una vida entera y otra de regalo, sí que sirve para quitarnos de encima los prejuicios, o al menos intentarlo, creo yo.
Un beso Mónica, estupenda reflexión!